Históricamente, los ferrocarriles fueron un medio clave para el transporte, cumpliendo un rol social de primerísima importancia en el traslado de pasajeros. Además, fueron el pilar del desarrollo económico en las regiones, trasladando carga desde los centros productivos del país hasta los polos de consumo nacional.
Chile tuvo una tradición ferroviaria, que comunicaba y unía a todo el largo territorio. El país se movía y trasladaba tras una larga parrilla ferroviaria, con innumerables ramales, y todos nos sentíamos parte de esta gran empresa estatal.
En la actualidad, los ferrocarriles juegan un rol menos transcendente, con una presencia residual en el proceso del transporte interregional, quedando relegados a un recuerdo del pasado, donde el tren abrió surco de norte a sur, llevando progreso a los lugares más remotos de nuestra loca geografía.
Durante la dictadura de Pinochet, la orden fue destruir el sistema ferroviario del país, por el compromiso contraído con el transporte terrestre. Los camioneros exigieron su retribución por el apoyo sumiso entregado antes y durante el golpe militar, que los usó y utilizó, a más no poder, como carne de cañón.
Cumpliendo las directrices del régimen, el patrimonio de los FF.CC. del Estado fue vendido a vil precio, como casi todas las empresas públicas, salvándose de este paroxismo Codelco, la viga maestra, el sueldo de Chile, pero esquilmado por sus regentes para la comprar armas, con el 10% de sus ventas brutas destinado a las FF.AA.
Así se consumó la peor felonía que llevó a cabo el régimen-cívico-militar-empresarial, desapareciendo una red ferroviaria. Nos quedamos sin trenes, los que, durante más de un siglo, trabajaron por y para el progreso de la nación.
Confío en la reciente nombrada Ministra de Obras Públicas rectificará la arbitraria determinación de dejar al principal puerto del país, San Antonio, sin tren. Otro absurdo tan incomprensible como impedir que el tren no llegue a la capital regional, Valparaíso, patrimonio de la humanidad, el segundo e histórico puerto, convirtiéndolo en un fantasma sin destino.
El anuncio hecho por el Presidente Gabriel Boric es inentendible, salvo que se mantenga un compromiso anacrónico con el sector del rodado. Peor aún si las amenazas del sector son tan brutales que intimidan al Ejecutivo con volver a tomarse las carreteras.
En cuanto a la ciudad-puerto de San Antonio, una vez más olvidada y que recibe sobre 3.500 camiones diarios, ésta cuenta con la más importante actividad de comercio internacional, siendo el traslado de mercancía desde y hacia el terminal parte fundamental del proceso del comercio exterior chileno.
Fácilmente pueden convivir diferentes tipos de transporte. Tanto de carga como de pasajeros. Hoy las carreteras están colapsadas y debemos procurar una mayor seguridad en el tráfico, y no es sólo respecto de accidentes, que los hay, si no que de asaltos y robos permanentes de la carga.
No se puede ilusionar a un país exportador, con un puerto a gran escala, sin la implementación de una verdadera y moderna red ferroviaria, que sirva para cumplir un compromiso adquirido en campaña. Trenes para Chile.